Existe una capa en nuestros cuerpos. Una piel invisible.

Una capa que también cambia, como los amaneceres, las nubes, el agua. Si practicas se puede ver en forma de luz, sombra, de intensidades y presiones. Hay que aprender a verla, a olerla.

Puedes practicar con esta lista:

inspirando muy lentamente para llegar a oler el agua que forma las nubes

observando la luz en cada momento del día

escuchando el silencio sostenido

sintiendo tu cuerpo, tus poros, tus nervios, tus líquidos,

reconociendo el espacio a tu alrededor. La atmósfera.

encontrando matices en los ojos, en la mirada, en el color de la mirada

en el perfume de las flores completamente vivas. Ahí puedes practicar muy bien

cuando haga sol y se refleje en el mar, cierra los ojos y mete los pies en el agua

siendo niña

encontrando tesoros

bailando

abrazando

besando

yo

nosotras

A veces siento tu capa, y quizás tú sientas la mía. Eso no lo puedo saber. No lo podemos saber. Creo que preferimos no saberlo.

Para ver si los colores de nuestras capas están mezclados, cuando vuelvo a casa, ya de noche, cierro los ojos y siento.

Después quiero borrarlos, quiero que desaparezcan. Un nuevo lienzo.

Aunque te aprecie, o me guste estar contigo, tus colores son tuyos.

¿Qué te parece si nos pedimos permiso?

¿O no me preguntas cuando necesitas algo de mí?

Pues hagamos lo mismo. Simplemente, no estamos acostumbradas a hacerlo.

A partir de ahora, pregúntamelo y ya veremos lo que decido.

Yo haré lo mismo.

 

Fotografía: Aneta Grzeszykowska