Tu mano encuentra mi cicatriz,

bajo el espacio del pecho.

                                             

La marca nos conmueve.

Dejas caer lágrimas hacia la piel arrugada,

operada,

penetrada por lo que no se explica.

Contemplas mis ojos cerrados.

Me cantas una nana

para que drene la herida

y la espalda absorba las últimas gotas.

Tus cinco dedos

se mueven enredando y desenredando,

peinando a la medusa,

paseando la magia entre los cabellos.

Cuerpo dormido.

Acaricias el otro pecho,

el vivo.

Encuentras los lunares y pintas un pez,

una amapola,

una constelación.

Una ola de emoción

que descansa en la arena contígua.