Vientre de pez – poema
Espigas en la noche,
rojas amapolas,
vientre de pez.
Visiones como estatuas en un museo de Roma.
No me digas cómo moverme.
El ritmo ha empezado en las manos,
con los dedos acompasados.
Vayámonos a Berlín.
Tú, yo y la niña.
Ese cuchillo afilado,
que está detrás de la puerta,
parece algo sospechoso.
Rasga la falda,
solo por un lado
para que no se eche a perder.
Es especialmente inquietante
este trabajo intelectual.
Descansa la lengua en la boca,
y el pez dejará de nadar.
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En un sorteo me ha tocado una cicatriz.
Ya tengo dos, físicas, en mi cuerpo.
La última todavía es una visión orgánica.
Te cortan un pedazo de cuerpo.
Pero sigue ahí, invisible, como queriendo revivir.
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Se volvió a atascar la tubería, y, discutimos.
Le dije que no entendía por qué no había venido cuando se estaba muriendo mamá.
Mamá
Ma-má
Ma
ma
Si abres mucho la boca, podrás ver al pez, moviendo la cola.
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Y todo ocurre entre visiones de cristal,
armonías de luz
de los años setenta.
A todos nos hubiera gustado vivir en los años 70, ¿verdad?
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Había algo precioso,
de color de oro.
Escamas.
Puras.
Bellas.
Únicas.
Espinas de criptonita.
¿Cómo transformar una neurosis en amor?
Aunque solo sea un juego.
Podría dejarlo estar.
¿Y si probamos con el movimiento que trae libertad?
Pero solo, si esta vez, es guiado por las visiones
desde el vientre de pez.
Abro mis brazos- alas,
y siento los pies,
las plantas de los pies,
los dedos gordos de los pies.
Vientre de pez en un lado,
vientre de pez, en el otro lado.
Se abre,
como un círculo.
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Al final la tubería no estaba atascada. Solo un poco descolocada.
Lo hablamos,
y lo entendió.
O eso pienso yo.
Mis dientes ya no están apretados.
Han comenzado a moverse minuciosamente, encajándose de nuevo.
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Bergman trataba los temas universales,
desde un lugar profundo y eterno.
Todos deberíamos ver las películas de Bergman, todas.
Si nos aburren, es que algo nos pasa.
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Espigas en la noche, rojas amapolas,
vientre de pez.
Visiones como estatuas en un museo de Roma.
Siempre estarán ahí,
como la parte del cuerpo extraída,
como la parte de la falda rasgada,
como el pez dormido,
como los dientes desencajados.
No me digas cómo moverme
porque cada vez cometo más errores,
y eso me gusta.
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